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Una final de fútbol universitario en República Dominicana-Vivencia de un equipo de Colombia

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Para fortuna, estos jóvenes de “El Carmen”, “Solferino”, “La Playita”, “La Avanzada”, y de otros barrios populares de Manizales, quedaron campeones.

República Dominicana es una paradisíaca isla del Caribe. Rafael Leonidas Trujillo (1891-1961), un ambicioso militar, la gobernó por muchos años, primero por vía democrática y luego de forma dictatorial. Fue un régimen de terror y corrupción. Mario Vargas Llosa, magistralmente, noveló su vida en “La fiesta del chivo”, haciendo alusión a su apodo más conocido, por sus extravagantes y abusivos gustos sexuales; además, detalló los excesos naturales de un gobierno de facto.

Lo primero que tuvo que afrontar Sergio Trujillo Ramírez, el actual Secretario de Deportes de Caldas, cuando arribó a esta isla caribeña como Director Técnico de la Selección de Fútbol de la Universidad de Caldas, para disputar la final del Campeonato Universitario, fue el maltrato que le dispensó el guardia del “Aeropuerto Internacional de Las Américas”, quien al ver su pasaporte, le dijo: Sepa, señor Trujillo, que tú no eres bien recibido en nuestro país. Tu apellido nos recuerda épocas de terror y vejación. Y aunque tú no tienes la culpa, si te quieres evitar problemas, no digas que eres Trujillo.

Sergio, asustado con las advertencias del policía, salió apresurado a coger un taxi que lo llevaría al hotel. Él no sabía la historia del tocayo-dictador. La selección había llegado a este país, después de haber ganado todos los partidos del campeonato. Primero quedó campeón en Caldas. Luego, en Fusagasugá, pasó a la final, la que ganó, en el 2003, en Pasto. Ese triunfo les dio el cupo para la eliminatoria con las universidades Centroamericanas y del Caribe, en República Dominicana, denominada, de manera poética, “Una Universiada”.

Sergio no pudo viajar con el equipo. Llegó día y medio después. Al registrarse en el mejor hotel, un rissort cinco estrellas, con varios tipos de restaurantes, bar abierto, playas paradisíacas y un paisaje edénico, supo que sus jugadores estaban en ese momento cenando en uno de los restaurantes especializado en comida de mar. Al llegar allí, se encontró que los muchachos, entre los 18 y los 22 años, la mayoría de ellos de estratos 1 y 2, que nunca habían tenido la oportunidad de estar en un sitio de estos, llevaban en sus bandejas tanta comida que los músculos se les brotaban de la fuerza que tenían que hacer para sostenerla.

Sergio observó que, la mayoría, se había servido: langosta, langostinos, calamares, pescado, cangrejos, pulpos, jaibas, y todo el reino animal marino. Además de una voluminosa copa de vino o cerveza. ¿Qué es lo que usted se ha servido?, le dijo, airado, al centrodelantero de la selección. Profesor, esto dizque es pulpo; esto es langosta y aquello, cangrejo. Y hablando en voz alta, para que todos oyeran, con mucha molestia, les dijo: - ¿Cómo se les ocurre a ustedes comer algo que sus estómagos no están acostumbrados a digerir? ¿Se imaginan el esfuerzo tan grande que tiene que hacer su intestino para eliminar unos alimentos que no conoce? ¿Cuántos de ustedes tienen diarrea? Y ocho, de los veinte jugadores que iban, levantaron la mano.

Muy bravo, manoteando, y entre el disgusto de los jugadores, les hizo devolver esas bandejas con todo lo que se habían servido. Vámonos para otro restaurante de comida más normal, les ordenó. Y así, esa noche, con raciones servidas por el mismo técnico, los jugadores se comieron un pedazo de carne, ensalada, arroz y jugo de guayaba. Pero aquí no terminaría la angustia del entrenador. Al salir a mirar las playas del hotel, se encontró, a esa hora, que todavía estaba disfrutando del mar un enjambre de bellas y esculturales mujeres. Y como un policía, se paró en el ascensor, toda la noche, para prohibirles a sus pupilos que salieran a la playa. Al otro día, madrugó muy temprano, y él mismo, en el restaurante, les sirvió café con leche, pan y huevos. Profe, esto es injusto. Cómo es que usted no nos deja disfrutar de estos manjares. ¿Cuándo tendremos la oportunidad de volver a un hotel de esta categoría? Pues les prometo una cosa, muchachos -dijo con voz reposada-. Si ustedes ganan hoy, esta noche se pueden desquitar con comida, bebida, playa y sexo, sin límites.

Para fortuna, estos jóvenes de “El Carmen”, “Solferino”, “La Playita”, “La Avanzada”, y de otros barrios populares de Manizales, quedaron campeones. Jugaron pensando -más que en la recompensa de ir a la final al Japón-, en que podrían darse, los tres días que les quedaban, los lujos del dios Baco: beber y comer. Esa noche, al llegar al restaurante con la medalla de oro en su pecho, Sergio Trujillo no sólo les acolitó los abusos gastronómicos y, luego, los etílicos, sino que, incluso, a unos jugadores que necesitaban unos dólares, para la diversión completa con Afrodita, se los facilitó. Los tres días restantes que se quedaron fueron la causa para que este hotel no reflejara, en su balance anual, utilidades tan buenas como las de los años anteriores.

Nunca antes, ni después, de esta final de fútbol universitario, este rissort volvió a tener un consumo tan alto en comida de mar y en licores. ¡Hasta los condones se agotaron!

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